miércoles, 20 de abril de 2016

Gandía

Gandía como destino turístico

En los años 80 o quizá a finales de los 70, Gandía se convirtió en el destino turístico por excelencia de gran parte de la población de Puertollano.


De todos es conocido que por entonces disponer de un periodo de vacaciones y desplazarse a una ciudad costera, no estaba al alcance de todo el mundo, no eran muchos los que  disponían de vehículo propio y sus preferencias estaban más centradas en la adquisición y amueblado de una vivienda más acorde con sus necesidades, que de otra cosa.


La sociedad estaba entonces estructurada de otra manera y los testigos de aquella época podemos dar fe de que no todo el mundo disfrutaba de unas vacaciones como hacemos hoy en día; muchos vimos llegar por primera vez una radio a nuestras casas y qué decir de un frigorífico, o la televisión que fue un invento de años posteriores, en fin no me extiendo más, solo quiero hacer ver a los que nacieron después, que entonces las prioridades eran otras muy distintas.



Los sueldos generalmente eran bajos y todo trabajador por cuenta ajena hacia todas las horas extraordinarias que podía con el fin de hacer más agradable y llevadera  la vida de su familia, y mejorar o adquirir una vivienda más moderna, y proveerla  de todos los adelantos que iban saliendo; incluso el periodo vacacional se empleaba para quedarse en casa y realizar obras de albañilería y mejora del hogar.



Pero como ya he dicho a partir de finales de los 70 empezó a florecer el “boom” turístico en España,  y ya por entonces mucha gente procuraba ahorrar unas pesetas (nuestra moneda de entonces) para en el periodo estival poder disfrutar de al menos una semana o quince días de vacaciones, a ser posible en una ciudad costera.  




Gran parte de los ciudadanos de Puertollano, así como de la comarca, trabajaban en la refinería, actual Repsol Petróleo, por aquel entonces era la Empresa Nacional Calvo Sotelo, y ésta a través del “Grupo de Empresa”, alquilaba todos los años una serie de apartamentos en Gandía que ofrecía a  todos sus trabajadores a precios muy asequibles para aquella época.



Luego también los alquilaba en Cullera y supongo que ofrecería algunos destinos más, pero el inicio fue en Gandía, manteniéndolos durante muchos años.



El desplazamiento lo organizaba la Empresa por medio del “Grupo de Empresa” transportando el personal desde Puertollano hasta Gandía en autobuses que solían salir a la una de la madrugada y llegar a Gandía sobre a las 8 de la mañana. En ese momento, los que habían estado la quincena anterior dejaban el apartamento, e inmediatamente pasaban a ocuparlos los recién llegados.



A estos recién llegados, por regla general, luego se les unían numerosos familiares que viajaban por sus propios medios, y así un apartamento con dos habitaciones era ocupado por un sinfín de personas que se las arreglaban como buenamente podían, lo mismo para dormir que para comer. Por entonces mucha gente se llevaba la mayoría de los productos alimenticios de Puertollano, a saber, garbanzos, judías, jamón, chorizos, et.   



Como consecuencia de lo anterior Gandía es una ciudad conocida por una gran mayoría de vecinos de Puertollano; yo solía  decir no sin cierto retintín  que los únicos de Puertollano que no conocíamos Gandía éramos nosotros, a partir de ahora ya no podré decirlo.



El lunes 4 de Abril a las 8 de la mañana subíamos al coche para poner rumbo a Gandía, donde llegamos sobre las 12:30 horas.



Después de unas cuantas vueltas por las rotondas de la ciudad, llegamos al Grao y playa de Gandía donde íbamos a estar hasta el siguiente lunes día 11.



Nos alojamos en el hotel Principal, en la habitación 906, y después de "desmantelar" las maletas y  colocar la ropa en los armarios correspondientes bajamos al comedor.



Durante estos días el tiempo ha sido variable, hemos tenido tiempo con lluvia y tiempo con sol, generalmente hacia una ligera brisilla y aunque la temperatura era buena, muy poca gente acudía a esta inmensa playa a tomar el sol y menos a bañarse. En cambio si lo hacía para quemar algunas de las muchas calorías adquiridas en los respectivos hoteles, paseando a lo largo de la misma, por el Paseo Marítimo.



A Gandía pueblo hemos ido en dos ocasiones, el día siguiente de nuestra llegada con lluvia, y el domingo anterior a nuestra partida con un sol radiante.



Como no podía ser de otra manera hemos visitado lo más representativo de la ciudad; lo primero que vimos fue el Palacio Ducal de los Borja, casa natalicia de San Francisco de Borja.

Realizando la visita guiada, 6 € la entrada. Este es el edificio más emblemático de Gandía.




En el año 1485 Rodrigo de Borja, (futuro papa Alejandro VI), después de satisfacer una deuda que el rey Fernando el Católico tenía, desde el año 1470, con la ciudad de Valencia, donde Gandía actuaba como prenda, compra el Ducado de Gandía, para su hijo Pedro Luis de Borja (Borgia), quien se convierte en el primer duque de Gandía.




Tras la muerte del undécimo duque de Borja sin descendencia, el ducado y el edificio pasaron a manos de familias nobles, que normalmente no residían en Gandía. Durante prácticamente un siglo el edificio permaneció abandonado, hasta que en 1890, la Compañía de Jesús adquirió el inmueble, que se encontraba en práctica ruina, en pública subasta.



En la actualidad pertenece a la Compañía de Jesús, que lo adquirió a los duques de Osuna en el año 1890. Actualmente, alberga una Residencia de Jesuitas que atiende una Iglesia y una Parroquia, el Colegio Borja, el Centro Borja de Pastoral y la institución llamada Palau Ducal, constituida para gestionar la parte monumental del edificio.



Está claro que concentramos la mayor parte de nuestro tiempo a la visita de este emblemático monumento, pero no por ello descuidamos otras partes de la ciudad, entre otras recorrimos la calle Mayor, calle de San Francisco de Borja y el magnífico Bulevar que es el larguísimo Paseo de las Germanías.



Entre los edificios más destacados vimos los siguientes, en la Plaza Mayor, el Ayuntamiento con una estatua del IV duque, San Francisco de Borja, delante del mismo y la Colegiata de Santa María, iglesia parroquial de estilo gótico aragonés. Consta de una sola nave con capillas laterales adosadas a los muros. Es de fábrica austera, si bien su interior estuvo ricamente decorado con retablos, pinturas y esculturas realizadas por artistas como Paolo de Sanleocadio o Damián Forment, que desaparecieron durante la Guerra Civil  de 1.936, al igual que el coro. 




Escuelas Pías, Casa de la Cultura, el antiguo mercado del Prado de 1.933, ahora ya remodelado, en  la plaza de este mismo nombre,  y el Teatro Serrano en  el Paseo de las Germanías.



El cauce seco del río Serpis visto desde el puente nuevo, desde donde también hay unas magnificas vistas de la fachada posterior del Palacio Ducal, y la Iglesia de San José- El Raval.



Esta iglesia se erige sobre una antigua mezquita, ya que el Raval era el barrio donde residían los musulmanes de Gandía desde la conquista del rey catalán-aragonés Jaime I en el siglo XIII, hasta su expulsión de España en 1.609 por orden de Felipe II.



Además de los habituales paseos por la playa de Gandía  y las dos visitas realizadas a Gandía pueblo, llevamos a cabo tres salidas más, la primera de ellas nos llevó hasta Jávea.

Las noches eran para bailar en el hotel, excepto una que nos fuimos a bailar al hotel Bayren, todas las demás lo hicimos en el nuestro. La mayoría de los días acudimos a los ensayos de las 19 horas.



Jávea o Xábia, es una pequeña ciudad marinera situada al norte de la costa Blanca, ha sido a lo largo de los siglos asentamiento de las principales culturas mediterráneas. El Centro Histórico en época medieval amurallado, conserva hoy  su peculiar entramado de calles, salpicadas de fachadas blancas, portales arqueados, ventanales góticos y forjados, todo ello rematado por la característica piedra tosca de la zona.



Los edificios más emblemáticos son la Iglesia de San Bartolome, s. XV-XI de estilo gótico isabelino, el museo arqueológico y etnográfico Soler Blasco que es un palacio gótico del s. XII, el mercado de abastos, el ayuntamiento, el convento de los Mínimos, el conjunto de la cruz dentro de un templete, la fuente anexa y algunos edificios de muy bella factura 


Pero sin duda alguna lo más destacable de Jávea es su rico patrimonio cultural de gran valor ecológico que le confiere una gran variedad de paisajes. Enmarcada por los cabos de San Antonio y de la Nao, nos ofrece a lo largo de su extenso litoral, una sucesión de 15 miradores, así como una gran variedad de calas y playas. Una amplia red de senderos recorren los diferentes espacios naturales protegidos del municipio, entre los que destaca el P.N. del Montgó donde se levantan 11 molinos de viento.



Poco después  de aparcar el coche, nos encontramos en una plazoleta con un magnifico templete flanqueado por palmeras, en cuyo interior se encuentra una cruz construida con el mismo tipo de piedra de la empleada en el templete; en una esquina de la pequeña plazoleta hay una fuente, en cuya parte superior hay una casita y sobre esta una escultura de la Virgen y el Niño.



Continuando nuestro recorrido, apenas habíamos dado unos pasos cuando surgió ante nosotros la Iglesia Fortaleza de San Bartolome, casi al mismo tiempo que el mercado de abastos y el ayuntamiento, así como la casa de cultura; a todos estos edificios les prestamos la atención que requerían.





Luego entramos al museo arqueológico y etnográfico Soler Blasco recorriendo todas sus dependencias tomando conciencia del significado de la inmensa mole del Montgo y la cueva del barranco de Migdia, donde se encontró una pequeña necrópolis, restos de vasijas, puntas de sílex y algunos otros restos prehistóricos. Cuando salimos del mismo parecía como si el entorno nos resultara más familiar.






Después recorrimos todo el perímetro de la antigua ciudad amurallada y de cuando en cuando lo atravesábamos de uno a otro lado por el interior de su dédalo de estrechas callejuelas. Durante este recorrido en la Placeta del Convent, contemplamos el Convento de los Mínimos.



Luego un poco más adelante en la avenida Príncipe de Asturias vimos un pequeño lienzo de la antigua muralla reconstruida y un poco antes, quizá por la calle Mayor, habíamos visto  la antigua Farmacia de Tena, ahora centro de exposiciones.



Un enclave típico de la ciudad  al que no nos acercamos fue El Port (Duanes de la Mar), antiguo barrio de pescadores de calles estrechas con casitas encaladas, donde es visita obligada la Iglesia de la Mare de Déu  de Loreto y la “Casa del Cable”.





Nada más abandonar el antiguo núcleo amurallado subimos al coche con la intención de llegar hasta lo alto de la montaña y contemplar los acantilados.



Así lo hicimos observando durante el acenso la gran mole del Montgó; al llegar al Santuari de la Mare de Déu dels Àngels, paramos el coche junto al mismo y dudamos si dirigirnos a una ruta que indicaba Los Molinos o continuar hacia adelante, como finalmente hicimos hasta llegar al Cabo de San Antonio, por tanto Los Molinos quedaron para otra ocasión.



Desde los diversos miradores que hay en torno al Faro, ahora si, aunque algo alejados pudimos contemplar el Puerto  y la Playa del Arenal, la más emblemática de Jávea.



Sin dejar de contemplar el Montgó durante el descenso, pusimos rumbo a Gandía playa.


El día que visitamos Bocairent amaneció lloviendo y así estuvo durante la mayor parte de la mañana, lo que nos obligó a extremar las precauciones para no resbalar por las empedradas calles del conjunto monumental que es todo el centro de la ciudad, siempre protegidos con el paraguas. Lo curioso fue que escasos momentos antes de recorrer todo el laberíntico casco medieval, dejó de llover, y por la tarde hizo un esplendido día de sol.


Antes de llegar a Bocairent, pasamos por delante del hermoso paraje natural de El Pou Clar (El Pozo Claro) pero fue una lástima que no le dedicáramos más tiempo,  las condiciones meteorológicas nos lo impidieron, como dije antes, estaba lloviendo mucho y la zona podía resultar peligrosa debido a lo resbaladizo del terreno, pero aun así le echamos un vistazo.




En Bocairent parece que el tiempo está detenido desde hace siglos. Bocairent está anclado en el Medievo, y a aquella época pertenece su tortuoso trazado urbano, arracimado alrededor de un pronunciado cerro de la sierra de Mariola, famosa por su variedad de plantas medicinales.



Bocairent por tanto resulta uno de los pueblos más pintorescos de la Comunidad Valenciana, tiene un hermoso paisaje, una copiosa historia, un nutrido catálogo de monumentos y un puñado de leyendas que enfatizan su misterio y sorpresa.



Bocairent está situado en uno de los costados montañosos de la sierra de Mariola, rugosa y escarpada por todos sus vértices, a mitad de camino entre la ciudad alicantina de Villena y la localidad industrial de Onteniente.



Su barrio medieval está declarado conjunto histórico artístico y se reparte por una compleja maraña de calles estrechas y laberínticas, que derivan en pequeñas plazoletas, decoradas con fuentes, arriates y escalinatas.



La historia de Bocairent está íntimamente ligada a la cultura árabe. Con el paso de los siglos, las fronteras fueron estrechándose y los nuevos moradores construyeron iglesias cristianas donde antes hubo mezquitas.



El campanario de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción es visible desde muchos kilómetros a la redonda, pero la plaza de toros  y Les Covetes dels Moros son los grandes hitos monumentales e históricos de Bocairent.



De la plaza se sabe que fue manda construir para paliar una crisis textil  acaecida en 1843, ya que Bocairent  gozó de una Real Fábrica de Paños fundada en 1.587.   



De la cueva, todo son incógnitas, desde su origen hasta su construcción. De lo único que se tiene certeza es del enorme sacrificio que el hombre debió invertir hasta excavar este conjunto de 53 cavidades horadadas en un afilado barranco, situado enfrente del pueblo medieval. Existen varias teorías sobre su utilización, cámaras sepulcrales de épocas antiguas, graneros, cenobios visigóticos…..




No se saben la fecha de su construcción, la cultura que las excavo ni su propia utilidad, aunque se cree que puedan ser de la época andalusí. Se accede a través de escaleras y en muchas de ellas es necesario caminar a gatas. La mayor parte de las oquedades están comunicadas entre sí.



La visita se completa con la entrada a un aljibe de época árabe utilizado como pozo de nieve.
Después de esta  extensa explicación para situarnos adecuadamente, me queda decir que aparcamos sin dificultad en la entrada del pueblo muy cerca de la Plaza del ayuntamiento, y con el paraguas protegiéndonos de la lluvia llegamos hasta ésta y entramos en la Oficina de Información; aquí se localizan la Casa Consistorial, la Casa de Cultura y la Oficina de Turismo.



Inmediatamente nos sumergimos en su laberinto de calles intricadas, con su peculiar trazado de calles sinuosas al más puro estilo árabe, con subidas y bajadas, escaleras, curvas, plazuelas, calles sin salidas et. que ofrecen al visitante  rincones de gran belleza, fuentes y macetas con flores salpican el recorrido, llegamos a la Iglesia de la Asunción, que se construyó sobre un antiguo castillo árabe y luego dirigimos nuestros pasos hacia Les Covetes dels Moros.



Salimos al exterior de la antigua ciudad amurallada a través de la inclinadisima Calzada Excusada. 



Antigua puerta y callejuela de acceso de la ciudad amurallada  al barrio medieval, que salvaba el desnivel entre dos calles, la callejuela asciende en zig-zag con una fuerte pendiente y se convierte en el tramo superior en un pasadizo que discurre por debajo de una casa. Esta puerta secundaria de acceso era conocida como “la Excusada”, porque una vez cerradas las puertas principales de la villa, por ésta todavía se permitía el acceso.



Nada más cruzar este pasadizo, ante nuestros ojos apareció la Ermita del Santo Cristo, situada a 700 metros de altura, a la que se accede por el camino del Calvario.  




Seguimos descendiendo y poco después avistamos Les Covetes dels Moros, pero el tiempo jugaba en nuestra contra, y por otro lado el encargado de facilitar la entrada (1,5 €) a las misma, nos advirtió de la dificultad para movernos dentro de ellas y más con la lluvia caída.



Por ello las vimos desde la distancia, tampoco vimos la plaza de toros, esta por motivos diferentes, solo se abría por la tarde y nosotros a la 1  ya nos marchábamos. Por tanto aprovechamos para visitar La Cava de Sant Blai, accediendo a su interior  por una estrecha galería iluminada parcialmente, 1,5 € la entrada.



La Cava de Sant Blai es un deposito de planta circular de 7,70 metros de diámetro y 11 metros de profundidad, con cubierta hemisférica (parte de mampostería) y parte excavada en la roca.



Presenta una puerta en el nivel superior (que permitía acceder a los nevateros y por donde se introducía la nieve) y una galería inferior, de 20 metros de longitud, que tiene en uno de sus laterales una acequia para desaguar el agua producto de la fusión de la nieve, ésta galería es hoy uno de los acceso a al interior de la cava, en cuyo fondo se aprecia un sistema de canaletas excavadas en la roca que convergen en la referida acequia de desagüe.

El aprovechamiento del frío natural favoreció el desarrollo del comercio de la nieve que tuvo su máximo desarrollo entre los siglos XVII y XIX.

El flujo comercial de la Sierra de Mariola se dirigía para el abastecimiento a poblaciones de las comarcas de la Vall d´Albaida, la Costera y la Ribera.

Cuando salimos del interior de la cava, nos dirigimos directamente a la plaza del ayuntamiento  para poco después subirnos al coche e iniciar el camino de retorno.



La última de las salidas lejos de Gandía, nos llevo hasta El Palmar. Por la N- 332 llegamos hasta Sueca y allí nos desviamos hacia El Palmar, luego el retorno lo hicimos por Cullera donde volvimos a coger la N-332.



Deseábamos dar un paseo en barca por la Albufera y así lo hicimos. Poco después de las 10 de la mañana ya estábamos allí, sabíamos por experiencia que era demasiado temprano para encontrar gente que como nosotros quisiera dar un paseo en barca, ya en Septiembre de 2.011 que estuvimos allí nos paso lo mismo, tan temprano no hay nadie.



La salida mínima son 20 €, por lo que si íbamos solos nos costaba 10€ a cada uno o lo que es lo mismo los 20 €, ya que salían del mismo bolsillo, a partir de 4 personas ya es a 5 € e cada uno, y yendo más de 4 personas a 4 € cada uno. Recorriendo todas los embarcaderos en dirección a Valencia, al final conseguimos juntarnos 10 personas y el paseo nos salió a 4 € a cada uno.



Vimos pocas aves, algunos patos y alguna garza real, nos cruzamos con alguna otra barca que a esas horas ya empezaban a pulular por la Albufera.



Cada vez que vamos nos informan sobre los temas concernientes a la Albufera y su entorno; esta vez nos contó la que guiaba la barca, que en sus orígenes, la Albufera tenia una extensión de unas 30.000 hectáreas y que actualmente ha quedado reducida a 2.800 por el sistema de echar agua sobre la tierra, (los datos varían algo según la fuente de información de la que procedan) pero esto ya empezó a hacerse en tiempo de los romanos, que su profundidad es mínima pudiendo hacerse pie en el centro de la misma y salir andando, el resto son arrozales, que ahora no vimos, solo había tierra de labor, ya que el arroz se siembra en Mayo y se recoge en Septiembre.



También se nos contó que el Palmar tiene poco más de 700 habitantes y dispone de 30 restaurantes y que las últimas Navidades y fiestas de la zona, se superaron todas expectativas desde hacia más de cien años y no cabía ni un alma más en el Palmar, y en los puentes de entrada y salida al mismo hubo más que palabras. Hay dos puentes sin semáforos, que solo permiten el paso de un vehículo y tiene preferencia los coches que salen, por tanto en esas fechas las colas se hacían interminables.  



Una vez concluido el paseo por la Albufera, dimos un paseo por El Palmar y sobre la 1 de la tarde salíamos para Gandía playa.



Regresamos a Puertollano el lunes día 11, salimos a las 10 horas y a las 14:20 estábamos en la puerta de casa.

Puertollano 15 de Abril de 2.016